Desde muy joven sufrí ataques de pánico y ansiedad. De vez en cuando, y sin saber bien por qué, mi cuerpo entraba en pánico y, y claro, mi mente también. Los que han sufrido ataques de este tipo saben lo que es.
Ahora mismo hay mucha información sobre estos temas y se está dando visibilidad a estas afecciones que antes estaban medio ocultas y estigmatizadas. Pero cuando yo, a mis 25 años, comencé a sufrir estos ataques pensaba realmente que me iba a morir, de hecho, acabé en el servicio de urgencias del hospital en varias ocasiones. Recuerdo el corazón agitado, las manos temblorosas, la visión borrosa…. Y también recuerdo que detestaba especialmente cuando la gente le restaba importancia diciendo: “tranquila, todo está en tu mente”, o “te lo imaginas todo, no te pasa nada, eres una exagerada”.
Nunca he sido una persona de conformarme con las visiones oficiales o con lo primero que me digan, así que poco a poco comencé a investigar y gracias a esto entré en contacto con la espiritualidad, la meditación, las técnicas de respiración, la psicología, el yoga… Todo ello me ayudó mucho y por temporadas muy largas conseguí que los ataques prácticamente despareciesen. Pero, de vez en cuando, cuando menos lo esperaba y más tranquila estaba, ¡zas!, ahí estaba de nuevo mi querida ansiedad. En una comida familiar, tras hacer deporte, viendo una película…podía aparecer en cualquier momento para hacerme sentir de nuevo que me iba a morir.
Así que mi empeño en encontrar la forma de desterrarla de mi vida para siempre no cejó. Recuerdo que lo único que deseaba era “ser normal”, poder habitar mi cuerpo con relajación y tranquilidad. Era gracioso que la gente me envidiaba porque viaja mucho, o porque tenía un buen trabajo, mientras tanto yo en secreto les envidaba a ellos porque podían estar tranquilos disfrutando un libro, o viendo una película con su pareja, o paseando por el parque, sin que el cuerpo y la mente estuviesen en esa constante inquietud y malestar.
Durante muchos años hice grandes progresos y mi vida se fue enfocando cada vez más a conseguir esa paz que tanto añoraba, me mudé al campo, cambié de trabajo y dediqué mi vida a la espiritualidad y a poder ayudar a otros en este camino. Me sentía sin duda mucho mejor, comencé a disfrutar de mi cuerpo, del silencio, de la quietud e incluso de la soledad.
El broche final fue hace unos años cuando descubrí lo que me llevó a acabar con la ansiedad cien por cien y para siempre: el método del psicólogo Rafael Santandreu. Este método basado en la psicología conductual consiste básicamente en perder el miedo a la sensación y exponerte a ella constantemente hasta que desaparezca. Al principio puede resultar abrumador y reconozco que hay que tener valor para enfrentarse a la ansiedad a corazón abierto, pero sin duda este método es altamente efectivo.